EL SECRETO DE LA FELICIDAD ESTÁ EN EL ANDAR DESPACIO


"EL SECRETO DE LA FELICIDAD ESTÁ EN El ANDAR DESPACIO"

Esta frase, que descubrí en "El señor Ibrahim y las flores del Corán", la tengo siempre a mano para volverme a mi cauce cuando siento que he llovido demasiado y corro el riesgo de desbordarme.

Cuando la descubrí, la reconocí enseguida, porque rápidamente la sentí emparentada con una propia que suelo tener en la mesilla de noche:

" LA FELICIDAD ES UN CAMINO QUE ME GUSTA RECORRER CON LOS PIES DESCALZOS"

Cuando somos muy jóvenes devoramos el tiempo con las enormes fauces de la pasión. El pasado no existe y el presente es solo la permanente antesala, electrizante y ansiosa, del verdadero protagonista que es el futuro. Querríamos morder la mitad de la sandía de un solo bocado y colocarnos de pronto en esa edad de plenitud, cénit de nuestra vida en casi todos los sentidos.


Cuando somos un poco "menos jóvenes" perdemos la prisa, nos damos cuenta entonces de que cambia el proceso y es ahora el tiempo el que amenaza con devorarnos a nosotros. Tenemos que lastrarlo para sentirlo, para huir de su dolorosa levedad. Se nos escapa, no como el agua que aún moja nuestros dedos y nos hace sentir brevemente su frescor, sino como el humo de un narguile, que nos envuelve sugerente y nos presta su aroma con la irritante concisión de un efímero beso.

jueves, 22 de marzo de 2012

O DESPERTAR ( A MENINA ACORDOU )

( Microrrelato en español y en portugués)


 Com a primeira semana de Setembro vieram as chuvas e ela, mais um Outono, espreitava à janela por dentro dos vidros. A chuva caía miúda acima da relva...

 “ Esteja onde estiver voltará comigo“ pensava cada vez mais triste, entre um mar de trevas. “Assim que eu chegar vou procurar trabalho e enquanto o encontrar, fica à minha espera”  tinha-lhe dito  na última noite, mientras  as palavras  lutavam con os beijos por ocupar os lábios.

O raio primeiro da manhã beijou-a  nos olhos e fez-lhe acordar. Reagiu. Abriu a janela de par em par e aspirou muito forte. Cheirava a tomilho no ar e a luz de um sol quentinho fazia brilhar a geada sobre a relva. Tinha chegado o tempo. 
Então, aproximou-se do espelho... e reconheceu à pessoa que estava à espera.

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