EL SECRETO DE LA FELICIDAD ESTÁ EN EL ANDAR DESPACIO


"EL SECRETO DE LA FELICIDAD ESTÁ EN El ANDAR DESPACIO"

Esta frase, que descubrí en "El señor Ibrahim y las flores del Corán", la tengo siempre a mano para volverme a mi cauce cuando siento que he llovido demasiado y corro el riesgo de desbordarme.

Cuando la descubrí, la reconocí enseguida, porque rápidamente la sentí emparentada con una propia que suelo tener en la mesilla de noche:

" LA FELICIDAD ES UN CAMINO QUE ME GUSTA RECORRER CON LOS PIES DESCALZOS"

Cuando somos muy jóvenes devoramos el tiempo con las enormes fauces de la pasión. El pasado no existe y el presente es solo la permanente antesala, electrizante y ansiosa, del verdadero protagonista que es el futuro. Querríamos morder la mitad de la sandía de un solo bocado y colocarnos de pronto en esa edad de plenitud, cénit de nuestra vida en casi todos los sentidos.


Cuando somos un poco "menos jóvenes" perdemos la prisa, nos damos cuenta entonces de que cambia el proceso y es ahora el tiempo el que amenaza con devorarnos a nosotros. Tenemos que lastrarlo para sentirlo, para huir de su dolorosa levedad. Se nos escapa, no como el agua que aún moja nuestros dedos y nos hace sentir brevemente su frescor, sino como el humo de un narguile, que nos envuelve sugerente y nos presta su aroma con la irritante concisión de un efímero beso.

viernes, 26 de agosto de 2011

CUANDO LA POESÍA SE ENCARNA EN LA MADERA.







Juan no construye muebles. Crea. 
Con sus manos transforma cada día  
la madera en un poema.

Cuando Juan se inspira en el mar, le nacen mesillas y tocadores con diferentes tonos de azul que aumentan en intensidad progresivamente según te sumerges en ellos. Celestes en la superficie, a la altura de las manos, los tonos se van oscureciendo a medida que te vas acercando al suelo...

Y le nacen olas prendidas a los cajones
de forma que, cuando los abres, te sientes mecida por su balanceo.
Al entrar en la habitación se nota una brisa salada y un salpicar de espumas.
Hay quien dice que, aún desde la calle, puede saberse que alguien  está sentado ante el tocador, por la algarabía que producen las gaviotas cada vez que una de las sirenas que habitan la casa se sienta ante su espejo.



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