EL SECRETO DE LA FELICIDAD ESTÁ EN EL ANDAR DESPACIO


"EL SECRETO DE LA FELICIDAD ESTÁ EN El ANDAR DESPACIO"

Esta frase, que descubrí en "El señor Ibrahim y las flores del Corán", la tengo siempre a mano para volverme a mi cauce cuando siento que he llovido demasiado y corro el riesgo de desbordarme.

Cuando la descubrí, la reconocí enseguida, porque rápidamente la sentí emparentada con una propia que suelo tener en la mesilla de noche:

" LA FELICIDAD ES UN CAMINO QUE ME GUSTA RECORRER CON LOS PIES DESCALZOS"

Cuando somos muy jóvenes devoramos el tiempo con las enormes fauces de la pasión. El pasado no existe y el presente es solo la permanente antesala, electrizante y ansiosa, del verdadero protagonista que es el futuro. Querríamos morder la mitad de la sandía de un solo bocado y colocarnos de pronto en esa edad de plenitud, cénit de nuestra vida en casi todos los sentidos.


Cuando somos un poco "menos jóvenes" perdemos la prisa, nos damos cuenta entonces de que cambia el proceso y es ahora el tiempo el que amenaza con devorarnos a nosotros. Tenemos que lastrarlo para sentirlo, para huir de su dolorosa levedad. Se nos escapa, no como el agua que aún moja nuestros dedos y nos hace sentir brevemente su frescor, sino como el humo de un narguile, que nos envuelve sugerente y nos presta su aroma con la irritante concisión de un efímero beso.

lunes, 15 de agosto de 2011

MEZQUITAS, mezquitas, mezquitas...





Las mezquitas son inherentes a Istanbul
como lo es el fluir a los ríos.
Como las olas son sustancia de la mar,
esenciales, como el olor a la lluvia.
Son tantas y tan hermosas que es imposible sustraerse a su presencia. Perfiles imprescindibles en la silueta de esta ciudad que recortan su horizonte proporcionando al afortunado observador un rosario inolvidable de amaneceres y atardeceres.













La llamada "ciudad de las  mil mezquitas", tiene en realidad  más de dos mil  y semejante abundancia constituye un auténtico derroche para los sentidos.


El segundo de los cinco mandamientos pilares sobre los que se sustenta la religión musulmana es la oración, que debe ser realizada 5 veces al día mirando hacia la Meca: al amanecer, al mediodía, a media tarde, después de anochecer y antes de acostarse. Pues bien, cinco veces al día el almuédano sube  a su alminar ( ahora ya no suben; utilizan megafonía ) para cantar la oración , proporcionando así una auténtica banda sonora  a de la ciudad.
 Puedes estar comiendo, fumándote un narguile, en los mercados, paseando por cualquier rincón de la ciudad...siempre te envuelve  la llamada a la oración; te arrulla, te acompaña, te recuerda que estás en Istanbul.












Las mezquitas son auténticos remansos de paz . Paseamos por Laleli  cadessi y vemos una puerta de piedra que pasa casi desapercibida en el bullicio de la avenida. Al traspasar la puerta se hace el silencio. El mundo se queda atrás y unas escaleras antiguas nos conducen al enorme patio de la mezquita Laleli camii. Están llamando a la oración y me siento a escuchar y a escribir. Impresiona estar oyendo la llamada en este lugar, con este silencio. Van acudiendo al rezo los hombres. Me pongo un velo blanco y entro. Silencio. Frescor. Hombres pasando una y otra vez las cuentas del rosario entre sus dedos...


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